La reina extravagante by Jean Plaidy
autor:Jean Plaidy [Plaidy, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1957-08-15T00:00:00+00:00
* * *
La reina citó a Joly de Fleury en sus aposentos y le dijo que habÃa prometido a la princesa de Guémenée ayudarla a resolver sus problemas.
Fleury parecÃa muy preocupado.
âMajestad âdijoâ, es una insensatez comprometer vuestro buen nombre en relación con los Guémenée. El prÃncipe ha acumulado una deuda de unos treinta y tres millones de libras. Majestad, creo que no os dais cuenta del importe de que os hablo. Hay comerciantes por todo el paÃs que han dado crédito a estas personas; ahora, los comerciantes exigen con razón el dinero que se les adeuda. Necesitan ese dinero para salvarse ellos mismos de la bancarrota, que también les acucia. Y el dinero no llega. Es un asunto muy serio, y no sólo para los Guémenée, madame.
âLo sé, lo sé; pero ¿no es posible hacer algo para remediarlo? Si pudiera convencerse a los comerciantes de que esperasen un tiempo, tal vez el prÃncipe podrÃa recuperar su fortuna. Si se declara en bancarrota, todos sufrirán por ello.
âMadame, ¿puedo osar daros un pequeño consejo?
Ella inclinó la cabeza con cierta cautela. HabÃa recibido demasiados consejos a lo largo de su vida.
âManteneos alejada de los Guémenée. No dejéis que sus problemas os alcancen, Majestad.
Para la reina era inconcebible mantenerse alejada de ellos, aun cuando nunca hubieran sido grandes amigos, meramente porque estaban en apuros. En tales momentos estaba siempre dispuesta a ser amiga de aquellos por quienes ni siquiera sentÃa gran estima.
âConfÃo âsiguió diciendo Fleuryâ que sepáis perdonarme, Majestad, pero no puedo hacer nada en este caso. Si insistÃs en que intervenga, no tendré más remedio que presentar mi dimisión. El pueblo de Francia está contrariado, y ya lleva algún tiempo asÃ. Este asunto podrÃa tener muy desagradables consecuencias. Os ruego, Majestad, que consideréis la situación antes de permitir que vuestro nombre se relacione con este asunto.
Pero ella no quiso dejar las cosas de ese modo. Acudió al rey; no podÃan permitir que el prÃncipe se declarase en bancarrota, insistió. ¿De qué servirÃa? ¿RecibirÃa dinero la gente a quien se lo debÃa? No. Nadie estarÃa mejor que en la actual situación.
El rey, siempre ansioso por conceder sus deseos, cometió la temeridad de imponer una moratoria sobre las deudas en general.
Triunfante, Antonieta llamó a la princesa de Guémenée, y ésta se hincó de rodillas, besando la mano de la reina, para manifestarle su inmensa gratitud.
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